sábado, 5 de noviembre de 2016

RUTA MOTERA POR LAS BATUECAS Y LAS HURDES.

Guardo lo imprescindible en las maletas de la moto para pasar un fin de semana y nos lanzamos a la carretera en cuanto Ana sale del trabajo. Casi no le doy tiempo de que se cambie de ropa y coja el casco.

Aprovechando el buen tiempo, empezamos la ruta en dirección hacia Avila y un poco antes de llegar a las murallas hacemos una parada en esta Venta a pie de carretera para tomarnos un café.


 Con estas mesas tan curiosas dan ganas de jugar una partida mientras te tomas el café pero todavía nos quedan kilómetros por recorrer y la tarde invita a montar en moto más que a jugar al parchís.


Pasamos justo al lado de las murallas y no nos resistimos a hacernos la típica foto.




El plan que tenemos es dormir en Salamanca y después de buscar un hotel con "las tres B" encontramos uno junto al Parador donde pasar la noche.

La zona es muy tranquila, así que hoy la Paneuro dormirá "al raso". Y la difícil misión de encontrar un sitio donde no moleste, donde esté protegida de torpes conductores y donde la podamos ver desde la habitación del hotel, termina descubriendo este hueco hecho a la medida de la moto.


Dejamos lo poco que llevamos en la habitación y en un corto paseo ya estamos a los pies del río Tormes.




Nada más cruzar el Puente Romano y entrar en el casco histórico nos encontramos esta procesión


El paseo nos lleva por la fachada de la catedral.



Y todos los salmantinos aprovechan la tarde para salir a pasear por la c/Mayor 


Un selfie en la Casa de las Conchas, dicen que hay más de trescientas pero no tuvimos ganas de comprobarlo.


Nos encontramos que están rehabilitando la fachada de la universidad más antigua de España, así que no pudimos ver la rana posada sobre la calavera que se ha convertido en símbolo turístico de Salamanca.


(foto de internet donde se puede ver la famosa rana que causa furor en todas las tiendas de recuerdos)


Una reloj marca el tiempo que falta para celebrar el octavo centenario de su fundación.


Y ya cansados de tanto paseo por las calles peatonales llenas de turistas, nos sentamos en esta terraza de la que guardamos un mal recuerdo porque el camarero nos intentó timar con una "tapa" de patatas bravas que nos quería hacer colar como "ración".
Todo quedó aclarado y el caradura se quedó sin dos clientes para cenar y para próximas visitas en el futuro.


Para bajar un poco la cena seguimos paseando hasta la Pza. Mayor.


En una esquina de la plaza, un grupo de astrónomos tenían montados varios modelos de telescopios, todos apuntando a la luna y ofrecían dar un vistazo a través del telescopio al satélite.


No perdimos la oportunidad y nos pusimos a la cola para ver con total nitidez los cráteres lunares 


(Imagen de Internet)

En nuestra vuelta al hotel nos volvimos a encontrar la procesión con la que nos cruzamos al inicio de la tarde.


Parecía Semana Santa en pleno mes de octubre.


Y con esta imagen nocturna de Salamanca nos vamos a dormir que mañana nos espera una buena ruta motera.


Amanece un domingo estupendo para montar en moto y los 9ºC de primera hora los combatimos con este rico desayuno que nos entona el cuerpo.


Tenemos planeada una ruta muy chula por la zona que separa Salamanca de Cáceres, entre las Batuecas y las Hurdes, no hay tiempo que perder, pulso el botón rojo de arranque y nos ponemos en marcha.

Los primeros kilómetros que nos separan de Salamanca son una sucesión de largas rectas en las que el "diablillo malo" me susurra al oído:
- Retuerce la oreja a la moto que no hay nadie en la carretera, a ver a cuanto llega la aguja del velocímetro.

Pero el "angelito" en el otro oído me susurra:
- No hace falta correr, no hay prisa, disfruta de la mañana.

Esto de escuchar voces en mi cabeza creo que no dice nada bueno de mi salud mental....el caso es que hice caso al "angelito" y nos salvó de salir retratados en una foto de la DGT.

Un radar camuflado detrás del muro de una de las muchas fincas que hay al borde de la carretera hacía el trabajo y una pareja de la Guardia Civil ya tenía a un grupo de cinco motos deportivas notificándoles la fotografía.
Nosotros pasamos por allí con la duda de si nos harían parar pero no fue así gracias a que el "angelito" me aconsejo bien.

Las interminables rectas desaparecen y la carretera se empieza a poner más entretenida.


Con el día tan despejado de nubes que tenemos, no podemos dejar de subir a la Peña de Francia para ver las panorámicas del campo charro desde sus 1727 metros de altura.


A muchos kilómetros de distancia veíamos el monolito que hay en la cumbre y ahora estamos a sus pies.




Otra parada obligada es en la Alberca, un pueblo muy bien conservado y 100% turístico, aunque ya lo conocemos, no podíamos perdonarnos pasar por alli sin dar un paseo por sus calles y admirar lo bonito que es.


La Paneuro se queda aparcada junto a más compañeras esperando a que volvamos.












Una visita rápida a los puestos ambulantes de la plaza y estaba seguro que algo nos llevábamos a casa.


De esta otra tienda no nos llevamos nada a casa porque no cabe en las maletas.


Y antes de seguir la ruta nos tomamos unas cervezas con limón bien frías que nos saben a gloria.


Dejamos la Alberca y a partir de este mirador nos encontramos un puerto que desconocíamos y que es una delicia tanto por sus vistas como por su trazado.




Entramos en la provincia de Cáceres aunque con el cementerio de mosquitos muertos que lleva mi pantalla casi no veo el cartel.


También pasamos de Las Batuecas a Las Hurdes.


Entramos en Las Mestas, cuna del ciripolen, y por recomendación de unos buenos amigos nos ponemos a buscar dicho producto mágico que revitaliza, rejuvenece y hace más joven y guapo a quien lo toma.

Nos enteramos que el Tio Cirilo hace el Ciripolen, y el Tio Picho hace el Pichín Real. Pues bien, el tio Cirilo se había ido de vacaciones y tenía su establecimiento cerrado así que nos conformamos con visitar al Tio Picho y llevarnos una botella de su elixir para nosotros y otra para nuestros amigos.



Ya teníamos hambre y en Riomalo de Abajo encontramos este restaurante donde nos pusimos finos-filipinos entre las patatas meneas de primero, seguido de secreto y presa ibérica de segundo, buenísimo todo.



Lo peor de comer tan bien es que luego hay que levantarse y continuar la ruta, el cuerpo se resiste y hay que obligarle un poco a subir en la moto, pero al final lo conseguimos.

Tenía apuntado en mis notas de viaje que no podíamos pasar por allí sin ver el Meandro del Melero, un bucle que hace el río y que hay que llegar por una carretera, que se convierte en camino y termina pareciendose a un tramo del Paris-Dakar.

El caso es que con una moto de 300kg, Ana acompañándome en el asiento trasero y el camino lleno de piedras y boquetes no es el mejor sitio por donde meterse con este tipo de moto.


Al final llegamos al mirador desde donde se puede ver el meandro del Melero.


Aunque nada tiene que ver esta vista del río casi seco...


....con esta otra imagen cuando el río está en plenitud de facultades (copiada de Internet).


Un poco cabreado por haber hecho el tramo off-road, solo para levantar polvo, ensuciar más la moto y ver tan poco, volvimos a la ruta prevista.


Y poco después llegamos a Plasencia repitiendo en un hotel que nos gustó mucho en nuestra anterior visita. Esta noche la Paneuro duerme bajo techo.


Y no falta el paseo por Plasencia disfrutando de la tarde.










Y con el Abuelo Mayorga observándonos subido al campanario del ayuntamiento, nos tomamos otra cerveza con limón para celebrar el día.


La vuelta a casa fue al día siguiente, poco que contar salvo el frío mañanero que pasamos y que poco después de llegar a casa ya nos estábamos preparando para ir a trabajar...pero los lunes sientan mejor si empiezan de esta forma.

Hasta la próxima.