sábado, 4 de mayo de 2019

RUTA DEL PUENTE DE MAYO.

Después de pasar una Semana Santa viendo llover como no lo habíamos visto hacer en mucho tiempo, no dejamos pasar esta oportunidad que nos volvía a dar el calendario para coger la moto y salir escopetados hacia la costa.

Del primer día no hay mucho que contar, Ana sale a las 15:00 del trabajo y yo la estoy esperando a la puerta con la moto arrancada y el motor caliente para pillar la A-3 y cumplir el trámite de los 400km que tenemos hasta Gandía.

Viento en cola, velocidad de crucero "casi legal" y unos consumos muy bajos gracias al fuerte aire que nos empuja para que lleguemos pronto. Hacemos una parada a medio camino para estirar las piernas y llegando a Valencia nos encontramos 3km de atascazo provocado por los "mirones" que querían ver con detalle el trabajo de los Bomberos que terminaban de apagar un camión que había salido ardiendo en los carriles del sentido contrario.

Llegamos a tiempo de ver un atardecer muy bonito desde el puerto.


Y como la chaqueta no nos sobra porque la temperatura es fresquita, cambiamos el helado en una terraza por un chocolate con churros caliente que nos entone el cuerpo.


El miércoles, día del trabajador, tenemos como tarea recorrer despacio y sin prisas lo que técnicamente se llama la Marina Alta y Marina Baja, que para entendernos corresponde a la costa y el interior de la provincia de Alicante.

Esta es nuestra ruta prevista.



Los campos llenos de naranjos nos acompañan desde el principio y a pie de carretera encontramos algún negocio familiar sin intermediarios entre vendedor y comprador.


Hacemos una primera parada en Denia, junto a otro motero que observa a los turistas pasar con sus sillas plegables camino de la playa.


Dejamos el bullicio de tráfico y peatones en Denia y tumbamos la moto al son de las curvas que nos llevan a lo alto del Montgó para acercarnos al Cabo San Antonio.





Al fondo se ve Jávea con su costa y puerto deportivo.




El verano pasado se hizo muy famosa una pequeña cala, de las muchas que se pueden encontrar en esta retorcida costa, se llama la Playa del Portixol y la teníamos marcada en nuestro rutómetro como lugar a visitar.

Seguimos lo que nos indicaba el GPS a pies juntillas y tras una bajada de vértigo por una carretera que termina en un pequeño parking encontramos la dichosa playa.

Nosotros somos más de playa con arena fina pero esta tiene una tranquilidad y un paisaje que la hacen especial.



 También nos llevamos de recuerdo una foto desde el lugar más famoso gracias a las redes sociales.






Volvemos a la moto y a subir las empinadas cuestas que antes hicimos de bajada, cuestas que hay que coger con decisión y dando gas porque un fallo en esos momentos nos hubiera llevado al suelo si o si.

Continuamos por una carretera en la que se suceden chalets, urbanizaciones, comercios y hay que estar atento en los cruces para ver algún cartel indicador de nuestra siguiente parada., el Cabo de la Nao.


Estamos en la misma "punta de la nariz" que resalta siguiendo la costa mediterránea.


Impresionante el mirador que hay en este punto, nos pasamos un rato viendo el paisaje porque merece la pena.




La siguiente visita no está lejos de aquí pero para llegar, hay que hacer unos cuantos kilómetros de carretera igual de retorcidos que la costa que tenemos a nuestro lado.

En un mirador de esta carretera paramos un segundo para ver la panorámica del Cabo San Antonio a la derecha, Jávea en el centro y el pico del Montgo a la izquierda.



Buscábamos la Playa de la Granadella y la encontramos.






 Es como encontrar un tesoro escondido en una pequeña cala a la que hay que llegar por una carretera ratonera que nos lleva hasta este pequeño paraíso natural.



En cada parada que llevamos hasta ahora hemos pasado un buen rato contemplando las vistas que teníamos y esta Playa de la Granadella también merece este momento contemplativo.

Aún nos queda camino por recorrer y seguimos hasta Moraira circulando por la CV-746 sin dejar de ver en ningún momento la costa a nuestra izquierda, por una agradable carretera de curvas que hacemos a ritmo de paseo con el casco abierto y la brisa del mar en la cara.


Sin darnos cuenta se nos ha hecho la hora de comer cuando estamos a la altura de las Salinas de Calpe.



Lo que de lejos parecían ser patos nadando tranquilamente, resultaron ser flamencos buscando en el fondo de la laguna algo que echarse al pico para comer.



 Nosotros también buscamos un sitio donde sentarnos a comer, tengo un sitio a la vista que parece estar bien jajaja.


Y en una pequeña terraza junto a la Salinas nos comemos un menú que nos sabe a gloria.


Al terminar de comer nos acercamos al puerto casi hasta tocar el Peñon de Ifach


Pero como esta zona está a tope de turistas y terrazas sin una mesa libre preferimos perdernos un poco y buscar una zona más tranquila y con mejores vistas...y lo conseguimos desde el mirador del Monte Toix.





 La subida hasta aquí se las trae, empinadas cuestas, chalets y mansiones a ambos lados, la carretera escala la montaña con curvas a izquierda y derecha sin orden ni concierto, sin un triste cartel que indique la dirección correcta, pero cuando llegamos arriba la subida ha merecido la pena.


Nos perdemos un poco al salir porque al GPS se le amontonan los cruces y tarda en recalcular la ruta mientras que a mi se me amontona el trabajo de sujetar el conjunto moto+piloto+pasajero en pendiente pronunciada y gravilla en algunos cruces y curvas.

Al final encontramos la salida a la N-332 que es la que vamos a seguir hacia Alicante.

Un lugar que pocos conocen a la altura de Altea son estos bunkers a pie de playa. Construidos durante la guerra civil por los republicanos ante la posibilidad de un desembarco de la tropas franquistas en esta costa.


Los semáforos para cruzar Altea y la interminable fila de coches esperando a que se pongan en verde no son obstáculo para nuestra Paneuro y unos kilómetros después estamos llegando a Benidorm.

Viendo el ajetreo de coches que hay en las afueras, nos imaginamos lo que puede haber en el interior de la ciudad de los rascacielos, asi que bordeando la periferia llegamos al Mirador de la Cruz.




Un pequeño New York en nuestra costa.


 Tenemos que pensar en el regreso, la opción A es volver por el interior, carreteras de montaña muy moteras, buen asfalto, curvas de todo tipo...pero existía la posibilidad de tormentas por la tarde que nos hicieran cambiar de planes.

Por suerte las tormentas no han llegado y seguimos la CV-715 disfrutando de este trazado espectacular y pasando por pueblos tan bonitos como Polop.


Subimos el Col de Rates.





 Y tras bajar este puerto y recorrer los cerca de 70km de esta CV-715 encontramos este bar tan llamativo cuyo nombre lo dice todo.


El premio por salir de buena mañana, hacer mil paradas, disparar doscientas fotos y volver a las siete de la tarde después de recorrer poco más de 200km consiste en esta merecida tarrina de helado que pone fin al día tan bueno que hemos pasado sobre la moto.


El día de regreso a casa amanece nublado y amenazando lluvia.


Nos despedimos de Gandía desde el final del espigón hasta la próxima visita.


Como no tenemos ninguna prisa queremos evitar la aburrida autovía todo lo que podamos, empezamos por seguir la CV-605 y enseguida llegamos a Cullera con su Castillo al fondo vigilando el horizonte.


Desde muy lejos se adivina donde se encuentra Cullera, la montaña lleva su sello.


También hacemos una visita a su faro.


Dejamos Cullera para seguir paralelos a la costa por la CV-500 con el mar a nuestra derecha y la Albufera valenciana a nuestra izquierda.


Valencia nos recibe con una ligera lluvia que nos hace temer lo peor para el resto del viaje. Hacemos una breve parada en la Ciudad de las Artes y las Ciencias.



Salimos de Valencia por la autovía y nada más subir la cuesta de Buñol deja de chispear y se aclaran los cielos.

Como el tiempo mejora notablemente decidimos seguir el trazado de la antigua Nacional III, mucho más entretenida por el trazado y el paisaje.

Paramos sobre la Presa de Contreras con el moderno viaducto al fondo por donde discurre la autovía.







Aun se conservan los restos del Restaurante-Hotel que había sobre la presa, como los dinosaurios que con el tiempo terminarán desapareciendo.


Ana llevaba escondido en el baúl trasero una bandeja de empanadillas para picotear. y no se nos ocurrió mejor momento.



Pasamos por pueblos míticos como Minglanilla, Motilla del Palancar o el Hotel Claridge frente al desvío hacia Alarcón, donde hace años paraban los autobuses de Auto-Res camino de la costa y ahora está abandonado y sería un buen escenario para rodar una película de miedo.

El segundo embalse por donde pasaba la Nacional III es el de Alarcón


Justo a la hora de comer entramos en Honrubia y nos acordamos de un restaurante en el que hace tiempo habíamos comido muy bien y a buen precio, Restaurante Onaya, pues volvimos a repetir.


Y después de comer divinamente solo nos quedaba enfilar camino a casa por el camino más corto hasta la próxima oportunidad que tengamos en hacer otra escapada como esta. 


Hasta pronto.